El intendente de Paraná juntó 40 punteros políticos y dice tener el apoyo de la ciudadanía para aumentar las tasas.
En la reunión, de puro respaldo político, por parte de ciertos personajes parásitos de la comuna, el intendente aseguró que la plata no alcanza. Ninguna novedad, sólo que por primera vez se pudo oír en vivo al jefe comunal aceptar su incapacidad para manejar los fondos públicos.
Los servicios en Paraná son lamentables y no se puede esperar más, siendo que sólo el 30% de la recaudación se invierte en este sentido, lo demás va todo a sueldos.
Mantener la sobrecargada planta de personal (5000 empleados) nos sale, a todos los vecinos, 15 millones mensuales. Si, aunque no pueda entenderse, el municipio tiene un promedio de sueldos de $3000, la envidia de cualquier empresa, más aun, viendo la falta de capacitación y mala predisposición de quienes viven a costa del municipio.
El intendente asegura que no eligió tener 5000 empleados, que es un problema histórico. También lo es el agua, el volcadero, etc. y no hay por que llorar por la leche derramada. Si el problema es la sobrecarga de empleados, el intendente debe afrontarlo, pues eso también es administrar. O bien asumir su falta de capacidad para crear políticas que fomenten el empleo en el sector privado.
Lógicas son las puteadas que recibe el Dr. Halle, al querer implementar un aumento abusivo en las tasas, que más allá de la ilegalidad son discriminatorias.
Parece que en Paraná, a contramano del mundo, la igualdad se basa en castigar a quienes han trabajado duro y han tenido éxito. Quienes han podido invertir en una propiedad “zona privilegiada” (según el municipio) no tiene la culpa de la falta de servicios que sufren algunos barrios de la ciudad, pues ésta responde a malas administraciones que nada tienen que ver con el esfuerzo particular.
En una gestión plagada de incapacidades, que desconoce la base de la administración (la escasez), subordinada a los caprichos de los sindicatos y sin una política visible que guíe el rumbo, el intendente deberá acostumbrarse a los bocinazos, escarches y cacerolazos, aunque los minimice, dado que en Paraná pagamos impuestos de Paris y gozamos de los servicios de Haití.
En la reunión, de puro respaldo político, por parte de ciertos personajes parásitos de la comuna, el intendente aseguró que la plata no alcanza. Ninguna novedad, sólo que por primera vez se pudo oír en vivo al jefe comunal aceptar su incapacidad para manejar los fondos públicos.
Los servicios en Paraná son lamentables y no se puede esperar más, siendo que sólo el 30% de la recaudación se invierte en este sentido, lo demás va todo a sueldos.
Mantener la sobrecargada planta de personal (5000 empleados) nos sale, a todos los vecinos, 15 millones mensuales. Si, aunque no pueda entenderse, el municipio tiene un promedio de sueldos de $3000, la envidia de cualquier empresa, más aun, viendo la falta de capacitación y mala predisposición de quienes viven a costa del municipio.
El intendente asegura que no eligió tener 5000 empleados, que es un problema histórico. También lo es el agua, el volcadero, etc. y no hay por que llorar por la leche derramada. Si el problema es la sobrecarga de empleados, el intendente debe afrontarlo, pues eso también es administrar. O bien asumir su falta de capacidad para crear políticas que fomenten el empleo en el sector privado.
Lógicas son las puteadas que recibe el Dr. Halle, al querer implementar un aumento abusivo en las tasas, que más allá de la ilegalidad son discriminatorias.
Parece que en Paraná, a contramano del mundo, la igualdad se basa en castigar a quienes han trabajado duro y han tenido éxito. Quienes han podido invertir en una propiedad “zona privilegiada” (según el municipio) no tiene la culpa de la falta de servicios que sufren algunos barrios de la ciudad, pues ésta responde a malas administraciones que nada tienen que ver con el esfuerzo particular.
En una gestión plagada de incapacidades, que desconoce la base de la administración (la escasez), subordinada a los caprichos de los sindicatos y sin una política visible que guíe el rumbo, el intendente deberá acostumbrarse a los bocinazos, escarches y cacerolazos, aunque los minimice, dado que en Paraná pagamos impuestos de Paris y gozamos de los servicios de Haití.
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